Por qué Tienes Menos Hambre con el Calor

¿Por qué Tienes Menos Hambre con el Calor?

En los días calurosos del verano seguramente te has dado cuenta de que no tienes tanta hambre, comes menos que en invierno y la cantidad de comida que consumes es menor. Al mismo tiempo, te apetece menos la comida pesada y grasa, y te apetecen más las ensaladas de verduras y las frutas. Los científicos llevan mucho tiempo estudiando la relación entre la temperatura ambiental y el apetito. En su opinión, la disminución del apetito en los días calurosos es un fenómeno normal, condicionado por nuestras necesidades biológicas.

¿Por qué la temperatura afecta al apetito?

En los días fríos, el cuerpo humano necesita muchas más calorías que en los días calurosos para mantener una temperatura corporal normal. Recordemos que la caloría es una unidad de energía. La quema de energía permite generar calor y evitar que el cuerpo se enfríe. En consecuencia, cuando tenemos frío en invierno, es necesario reponer las calorías gastadas en mayor cantidad, por lo que nos apetece comer más a menudo y más comida. Además, la elección suele recaer en los alimentos ricos en calorías.

Con el aumento de la temperatura ambiente en primavera y verano, la necesidad de una gran cantidad de calorías disminuye, ya que entran en juego otros mecanismos de mantenimiento de la temperatura corporal. Durante el calor, por ejemplo, una persona empieza a sudar activamente, lo que aumenta la necesidad de líquidos, así como de sal y oligoelementos, que se eliminan con el sudor. La digestión de los alimentos sólo consume energía adicional con el calor. Por eso, el apetito va disminuyendo gradualmente.

Con el calor se necesita más líquido
Con el calor se necesita más líquido

Sin embargo, los mecanismos de este proceso aún no se conocen con precisión. Según Matt Carter, neurobiólogo del Williams College de Massachusetts, el consumo de calorías se ve afectado por varios factores: hormonas, determinadas proteínas, así como factores ambientales. Influyen en cómo y por qué sentimos hambre.

Como explican los científicos, nuestro organismo siempre se esfuerza por mantener la estabilidad de las condiciones internas, y esto se denomina homeostasis. La temperatura corporal y el hambre también son procesos homeostáticos, por lo que sentimos hambre cuando el cuerpo tiene pocas calorías y nos sentimos llenos después de reponer las reservas de energía.

¿Cómo afecta la temperatura al apetito?

Los procesos homeostáticos del organismo suelen estar regulados por las hormonas. Como ya hemos comentado, el apetito y la saciedad dependen en gran medida de dos hormonas: la grelina y la leptina. La primera se produce cuando el estómago está vacío, mientras que la segunda la generan las células grasas e informan al organismo de que ya es suficiente comer.

El hipotálamo es el responsable de la sensación de hambre
El hipotálamo es el responsable de la sensación de hambre

Las propias hormonas, por supuesto, no pueden provocar ningún sentimiento en nuestro cuerpo, ni tampoco pueden influir en nuestro comportamiento, pero sirven como señales para el cerebro, más concretamente, para ciertas partes de éste, como el hipotálamo. Como se sabe, éste es el responsable del hambre, el mantenimiento de la temperatura y la sed.

Se sabe desde hace mucho tiempo que la parte inferior del hipotálamo contiene numerosos neurones especializados que se encargan de la sensación de hambre y saciedad. Como resultado, la hormona grelina estimula las neuronas que provocan la sensación de hambre (neuronas AgRP), y en ese momento sentimos que tenemos hambre. La leptina, por su parte, suprime las neuronas del hambre y estimula otras neuronas, llamadas POMC, que proporcionan la sensación de saciedad.

El cerebro tiene "sensores de temperatura" que influyen en la sensación de hambre
El cerebro tiene “sensores de temperatura” que influyen en la sensación de saciedad y hambre

Sin embargo, sigue sin estar claro cómo afecta la temperatura al funcionamiento de este sistema. En la actualidad se sabe que el cerebro tiene sus propios sensores de temperatura: son determinadas proteínas que cambian de forma cuando la temperatura corporal alcanza un determinado valor. Un estudio publicado en 2020 demostró que en los ratones determinadas células cerebrales activan las neuronas del hambre cuando la temperatura ambiente es baja, lo que les provoca un fuerte apetito.

Si la temperatura ambiente es demasiado alta, una determinada proteína se activa en las neuronas de la saciedad (POMC), lo que hace que desaparezca la sensación de hambre. Así se indica en otro estudio publicado en 2018 en la revista PLOS Biology. Parecería que todo es sencillo, pero según los científicos, existen otros mecanismos que funcionan conjuntamente.

Por ejemplo, a veces estos mecanismos biológicos pueden no funcionar y la persona experimenta una sed de comida excesiva independientemente de la temperatura ambiente. A veces, debido a “fallos”, la persona puede sentir hambre incluso después de que su cuerpo se haya llenado. Todo esto indica que el apetito es un complejo equilibrio en el que influyen muchos factores, incluido el entorno. Aunque nos parece que la necesidad de comer y beber surge por sí misma, en realidad el cerebro tiene en cuenta la necesidad de calorías, líquidos, la temperatura corporal y mucho más.

No obstante, independientemente de la sensación de saciedad o hambre, se recomienda en los días de mucho calor alimentarse de una serie de productos de los que ya hemos hablado anteriormente, y beber más agua. Esto permitirá reducir la carga sobre el organismo y evitar consecuencias negativas.

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